En un arranque actualizatorio (disculpen el neologismo) la Iglesia Católica ha entendido que los siete pecados capitales tradicionales ya no contemplan todos los actos que manchan el espíritu.
Asi que tras haber tenido que meterse en el orto su propia soberbia, reconocer que se equivocaron con Galileo y hasta proponer hacerle un monumento, nos han hecho saber que también pecamos cuando contaminamos el medio ambiente, se hace alguna manipulación genética, se vende o se consume droga, se realizan experimentos sobre humanos o cuando te hacés asquerosamente rico (no es mi caso, desgraciadamente).
Por esto es que olvidemonos del paraiso cuando tiremos a la basura la bolsita del supermercado, alguien descubra una terapia genética para evitar el sindrome de down, nos fumemos un porrito, se pruebe una vacuna en humanos aunque haya pasado por todo el protocolo médico para el caso o empecemos a contar los billetes por millones.
Igual, recuerden: Para los dueños de Botnia o cualquier otra papelera, los dueños de las empresas que buscan desesperadamente una terapia genética que sea vendible, los jefes de los carteles de droga que depositaban en el banco Ambrosiano y para los Bills Gates,
Warrens Buffets y Carlos Slims, tres padres nuestros, dos ave maría, hostia y listo.
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