familia, religión y política

Casi casi le pongo de título tradición, familia y propiedad, trilogía afortunadamente alejada de los titulares de los diarios, que en Argentina era regenteada por el Dr. Cosme Beccar Varela.
Para quienes no vivieron esa época, esta agrupación se hizo fuerte en la lucha contra la Ley de Divorcio Vincular, allá por 1987, incluyendo marchas de repudio y amenazas de excomunión para los diputados y senadores que debían votarla.
Luego de un tiempo, se sabría que el Estudio Beccar Varela, del cual Cosme era socio, se dedicaba a tramitar separaciones de bienes y hasta ofrecían entre sus servicios, por sumas no muy módicas, anulaciones de las uniones matrimoniales religiosas, logrando de esta manera ganancias terrenales bastante mas importantes que las convicciones espirituales.

No puedo dejar de recordar en este momento las apocalípticas predicciones sobre la destrucción de la sagrada institución matrimonial, como si una ley de divorcio fuera el pasaporte a una vida de casamientos y divorcios por deporte.
Decía en esos momentos la Conferencia Episcopal Argentina:

Por esto expresamos hoy el profundo dolor y tristeza que experimentamos ante una ley que creemos comprometerá seriamente el futuro de la familia en la República Argentina y recordamos las palabras que su Santidad Juan Pablo II nos dijera el 8 de abril próximo pasado en Córdoba:

“No admitir que el amor conyugal puede y exige durar hasta la muerte, supone negar la capacidad de autodonación plena y definitiva, equivale a negar lo más profundamente humano: la libertad y la espiritualidad. Nada tiene de extraño que la difusión del divorcio en una sociedad vaya acompañada de una disminución de la moralidad pública en todos los sectores”.

En vista de este cuadro que se planteaba, y habiendo pasado casi 20 años, sería conveniente que se modifique la ley de divorcio y le sea vedado este mecanismo a los políticos, ya que no veo otro sector de la sociedad que haya disminuido su moral pública.

Bien, ¿a que viene todo esto? Pues a que, como decía mi viejo, la virginidad es algo que solo sirve para perderla.

Hoy, uno de los temas sociales es la pretendida modificación de la Constitución de los EEUU para prohibir el matrimonio gay.

Realmente, no creo necesario hacer una defensa de la libertad y los derechos humanos para darnos cuenta que, quienes han esgrimido siempre el latiguillo del “derecho natural” no han hecho otra cosa que meter la pata una y otra vez por los siglos de los siglos (acá vendría un amen, pero lo dejo para otro día)
Habitualmente, las conductas sociales van mas allá de las pretendidas regulaciones que ciertos criterios arcaicos pretenden imponerles. Podríamos hacer una analogía con las mareas, las cuales, naturalemente, van y vienen sin que podamos hacer otra cosa que verlas, estudiarlas y entenderlas, para su mejor aprovechamiento.
Pero traten de modificarlas, a ver quien lo logra.

En este momento, Bush solo busca acercar nuevamente a su partido el voto que ha perdido de sus votantes tradicionales. Sabe que ha estado tan preocupado en hacer negocios con el petroleo que ha descuidado la antorcha y la cruz.
Pero entendamos algo. La basura abajo de la alfombra no tiene otro sentido que el de evitar ver la realidad, como los vidrios polarizados de las 4 X 4.
Atrás del vidrio hay una vida que se mueve con fuerza propia.
Quienes pretenden detener los movimientos sociales naturales correrán con la misma suerte de aquellos que, 500 años atrás, trataron de detener la tierra en el firmamento, denigrando a quien solo abrió los ojos, vio la realidad y tuvo el tupé de documentarla.

Podrán hacer todas la leyes que quieran, prohibiendo o permitiendo, pero lo que no van a poder hacer nunca es modificar los sentimientos de las personas para acomodarlos a sus estúpidas y envejecidas morales.
Entiendanló. Pueden tener todo el poder del universo, pero jamás, repito y recalco, JAMÁS, van a tener ni siquiera la suerte de poder manejar una mente libre.

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