Escraches

Esta semana, como en muchas ocasiones, tenemos dando vueltas en los medios “el tema de la semana”.
Que esta vez se refiere a los “escraches” sufridos por un vicepresidente, un viceministro y un vicevirrey intendente, mas precisamente, el de Mar del Plata.

Escrache, cuando yo era chico y en mi casa se escuchaba mucho tango y mucho lunfardo, se refería a hacer notar públicamente a quienes no querían ser conocidos. Pungas, estafadores, cuenteros del tío y toda clase de garcas eran “escrachados” cuando se daba a conocer su identidad y su modus operandi, provocando que la ignorancia no fuera el caldo de cultivo de sus actividades.

Luego, pasado el proceso militar y con la vuelta de la democracia, los organismos de derechos humanos comienzan a realizar escraches para mostrar donde están, donde viven, esos que fueron responsables de muertes y torturas y que pasaron a disfrazarse de buenos vecinos.
¿Vieron Inglourious Basterds, cuando Brad Pitt le hace pregunta al nazi que va a hacer con su uniforme cuando llegue a su casa (al terminar la guerra, obviamente?
El nazi contesta que no solo se lo va a sacar, sino que lo va a quemar. Y la respuesta del personaje interpretado por Pitt es de antología:

No, a ver, no nos gusta eso. Nos gustan nuestros nazis de uniforme. De esa forma podemos detectarlos así como así. Vamos a darte algo pequeño que no te podrás despegar.

Y a continuación le graban una svastica en la frente a cuchillo.

Eso es un escrache.

Lo de esta semana fueron solo reacciones. Mientras iba armando el post en mi cabeza, caí en el que escribió Roberto Gargarella, llamado Escraches y piquetes, y que en cierto modo me mostró que no soy el único que piensa que estas reacciones, como bien lo dicen las palabras, son producto de acciones.

El plantea la pérdida de la institucionalidad, la ausencia de caminos para la canalización de las quejas. Y yo quiero sumarle que, además, al final del camino existe un burócrata que cierra sus oídos al representado para no tener que dar explicaciones de su propia inutilidad.

Pero lo que mas rescato del post de Gargarella no es una frase del mismo sino de un comentario que le deja a otro comentarista:

… para mi las causas son varias, pero la institucional es especialmente relevante. y ahi el propio kiciloff da un gran ejemplo: hasta el dia antes de subir al gobierno tenia en su pagina web la critica al indec, que borró apenas llegó al poder. y esa borrada es metáfora de lo que hizo en la vida pública: bancó la mentira y trató a los que la critican de demonios. la indignación que genera esa burla al ciudadano es enorme, y una pena, sobre todo para el kirchnerismo, que se sigan negando a verlo

Esto que marco es parte del “bullying” político o de acoso político al ciudadano.
Cuando un funcionario te dice que no podés obtener dólares para salir del país aunque tus cuentas lo permitan, te obligan a delinquir mandandote a comprar los dólares en una cueva y luego ves que tranquilo viaja ese funcionario con su familia a su “casita” de 60 mil dólares que tiene en Uruguay, lo que surge no es el escrache. Ya todos saben quien ese ese y que es lo que hace.
Lo que surge es la indignación y la impotencia de no poder hacerle lo mismo que ese presunto sádico te hace a vos.

En menor medida, es como cuando ARBA te obliga a pagar anticipos de un impuesto como ingresos brutos. Y te dice que lo que hayas pagado de mas en los anticipos, lo conciliás a principios del año que viene, cuando tengas que presentar la declaración jurada anual.
¿Y los intereses por haber pagado por anticipado? Ah, no, los gobiernos no pagan intereses, a menos que seas un banco o una financiera. A los subditos ciudadanos los intereses solo se le cobran si se atrasan, nunca se los pagamos si adelantan.

Y asi podríamos pasarnos horas dando ejemplos de como las administraciones públicas, los sindicatos, las obras sociales, las empresas de servicios, en fin, cientos o miles de actividades que deberían respetarte y complacerte, solo se ocupan de complicarte la vida.

Entonces, en algún momento, cuando la acumulación de complicaciones supera la capacidad de almacenarlas es cuando se produce el desborde.

Abuchearlo a Boloudou no es un escrache, es una forma de decirle de una manera que la entienda y la escuche “chorro, no nos mientas mas”.
Putearlo a Kichilof no es un escrache, es una forma de decirle y que le llegue el mensaje “si nos vas a joder, al menos no nos refriegues tu sonrisa en la cara”
Pararse frente a la puerta de la casa de Pulti a pedirle seguridad no es un escrache, es una forma ya desesperada de hacerle escuchar lo que hace años no parece escuchar: “hacé algo porque nos matan en la vereda, en la puerta de nuestras casas, en nuestros dormitorios”.

Todo esto son reacciones. En un país donde los gobernantes no son muy afectos a analizar críticamente los alcances de sus acciones. Donde todos se creen Gardel con guitarra eléctrica o Maradonas de la política.

Sería muy saludable que empiecen a desandar el camino de la reacción, para que entiendan que está en sus manos evitarla. Empezando, obviamente, olvidando la costumbre de echarle siempre la culpa al otro.

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