Mas allá de cualquier otra lectura, cada vez que citamos a “Il Gattopardo” estamos hablando en realidad de su frase mas famosa: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie.”
Y, tal como lo explica la Wikipedia …
en ciencias políticas se suele llamar “gatopardista” o “lampedusiano” al político que inicia una transformación política revolucionaria pero que en la práctica sólo altera la parte superficial de las estructuras de poder, conservando intencionadamente el elemento esencial de estas estructuras.
En Mar del Plata tenemos al menos dos grandes ejemplos de estas prácticas. Uno es el actual intendente municipal, Gustavo Pulti, quien en sus 18 años ininterrumpidos como concejal, se convirtió casi en un fiscal político de la ciudad.
Desde el uso de recursos afectados para situaciones que no estaban previstas hasta las coimas recibidas por concejales para aumentar rápidamente el boleto del transporte público tuvieron en el un implacable denunciador, cámaras ocultas (finalmente nunca vistas) incluídas.
Sin embargo, una vez que tuvo la suerte de ganar la elección para el cargo de intendente, todo pasó a relativizarse. Con su llegada, hubo un gran cambio que permitió que absolutamente nada cambiara (para mejor, obviamente, pues los negociados inmobiliarios basados en la excepciones, el ingreso de personal como botín de guerra político, el aumento del boleto, los cargos de funcionario como favor, la falta de concursos, las malversaciones y hasta la violación de leyes siguieron exactamente igual, o peor, que antes)
El otro exponente ha sido la que hasta hace 6 meses atrás se perfilaba como la futura intendente de la ciudad, Vilma Baragiola. Una militante radical de décadas, muy viva pero poco inteligente y bastante impulsiva.
Quedó pegada en una cámara oculta que le hicieran en el gremio de Camioneros marplatense, donde fue a “conversar” sobre el tratamiento de un expedientes de desafectación como bien patrimonial de un chalet que ese gremio había comprado.
En la “conversación” quedó muy en claro que el trámite del expediente se “facilitaba” si desde el gremio se “colaboraba” mediante influencias aportando a la “caras” campañas electorales. Tampoco faltaron los comentarios hacia ciertos “correligionarios” hincha-pelotas con la protección del patrimonio arquitectónico ni calificaciones hacias las ONG que bregan por mantener indemne una parte de nuestra historia.
Aquí, lo que se pudo apreciar, es que ha sido naturalizada la política como fin en si misma. Ya no es la política al servicio de la ciudadanía, sino a su propio servicio. El intercambio de favores para que todos sigan estando en el mismo lugar, cambiando algunas cosas para que nada de lo que les importa cambie.
Con toda esta introducción, quiero presentar ahora lo que yo considero una nueva muestra del gatopardismo marplatense: el próximo hackaton organizado por la Municipalidad de Gral. Pueyrredon. El primero, según sus organizadores, (que se agrupan en el club de los afectos a esta clase de calificativos épicos, el primero, el mas grande, el “ma mejor”) o el segundo si nos atenemos a la historia.
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