Antes que nada, para anticiparme a quienes ante una crítica utilizan el ya cansador recurso de desmerecer al que critica, les cuento que desde 1987 me dedico a la reparación de equipamiento biomédico, y desde 1991, mas o menos, exclusivamente a los riñones artificiales y los tratamientos de agua para diálisis.
Por mis manos (y por las de muchos de mis compañeros de trabajo) han pasado desde grupos electrógenos, que daban energía a todo un hospital, termos de oxígeno central, calderas, compresores, depresores, electrobisturíes, electrocardiógrafos y desfibriladores, lámparas scialíticas, hasta sillas de ruedas o un simple frontoluz.
En el paso por estos lugares te das cuenta la diferencia entre accidente y negligente. Accidente es que se queme una lámpara en una scialítica, negligente es que se te caiga encima del paciente.
Accidente es que una válvula se quede abierta o cerrada. Negligente es que trabes el detector de válvula abierta / cerrada con alambre para que no joda la alarma (¿recuerdan el “accidente” de LAPA?).
Así podría dar miles de ejemplos, pero el cierre sería: Accidente es que una piedra (por ejemplo) te golpee y haga puré algo del sistema de frenado de un tren. Negligente es que no le cambies lo que hay que cambiarle cada X kilómetros recorridos.
El “accidente” de hoy (lo pongo así, entre comillas, para darle el beneficio de una duda que probablemente no se dilucide técnicamente sino entre acusaciones mediáticas) lo que nos ha mostrado son las consecuencias, tristes, funestas, dolorosas, pero inevitables, cuando no se hacen las cosas como se deberían hacer.
Por supuesto que, aunque haya sido un verdadero accidente, el resultado final tiende a ser igual en ambos casos. La desidia, la casualidad, el lucro desmedido y la mala suerte provocan las mismas tragedias, la única diferencia es el tiempo durante el cual se van “cocinando”.
Por esto es que considero que el accidente ferroviario de hoy es la consecuencia del olvido de una gran frase pronunciada por un político marplatense, periodista de profesión, que al asumir como intendente municipal dijo:
Entendí siempre a la política como sinónimo de ciencia para el gobierno; jamás acepté que se la pudiera tergiversar convirtiéndola en estrategia electoralista, ni se la usara tampoco para la destrucción de honras, ni de afectos, ni de sentimientos, ni de ideales.
Jorge Raul Lombardo – 12/10/1963
Hoy, cuando vemos que miles de cargos públicos que requieren de cierta preparación técnica se ocupan con abogados, o cuando los dos últimos secretarios de transporte son un agrimensor y un ingeniero agrónomo.
El primero de estos, desde 1983 en adelante fue: Director General de Catastro en Córdoba, Director de Catastro, concejal y presidente del HCD en Caleta Olivia, Secretario General de la Gobernación y Presidente del Consejo Provincial de Educación de Santa Cruz, viceministro de Educación de nuevo en Córdoba y de ahi Secretario de Transporte.
El segundo, o sea, el actual, también desde 1983, hizo tareas de laboratorio y campo en trigo y maíz, dos años como Socio Gerente de Compañía de Transporte de Larga Distancia, asesor de concejales en Obras y Servicios, Subsecretario de Medio Ambiente, Subsecretario de Mantenimiento Urbano y Servicios Públicos, Director General de Area Metropolitana y Municipio, Director de la Comisión Nacional del Área Metropolitana, Titular de la Unidad Ejecutora Puertas del Bicentenario, Ministro de Planeamiento y Obras Públicas, todos del Gobierno de la Ciudad de Bs. As., llegando recién en 2008 a ocupar un cargo de Presidente de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado y luego directo a Secretario de Transporte.
Asi podemos ver como se diluye eso de la “ciencia para el gobierno”. Son todos polirrubro. Dicho de otra manera, trabajan de políticos. Se convierten en expertos de lo que sea necesario tan solo por declamación, necesidad y urgencia, o como dice Serrat en su “Esos Locos Bajitos”, “sin saber el oficio y sin vocación”. Bah, vocación tienen, la de hacer estrategias electoralistas y ocupar silla, cargo y chapa.
Así, mientras estas ideas iban surgiendo, he tenido oportunidad de leer de todo.
Desde el que pide quitar concesiones, pasando por quienes enuncian los miles de millones en subsidios que recibe el transporte hasta quienes, como yo, hablan de la ausencia de accidente, aunque basándose en que todos los días se ven ventanas y asientos rotos o los trenes van llenos.
Pero lo mas acertado que leí viene de la mano de Marcelo Gantman: “Para no hablar de lo que hay que hablar van a hablar de como los medios hablan“.
Tiene tanta, pero tanta razón, que es casi la síntesis perfecta del comportamiento gubernamental de los últimos años. Y no solo de los últimos 8.
Hace décadas que tenemos mucho de que hablar. Y no solo hablar, sino resolver.
Pero nuestra “costumbre argentina” es, cuando algo está tan mal que requiere de políticas concretas y prácticas, DECIR que hay que debatirlo. Y pensando en los siguientes 20 o 50 años.
Y así tapamos, con política barata, los quilombos que se producen hoy, mañana y pasado, producto de no haber debatido, de no haber usado “la ciencia para el gobierno” y culpando de todo a COMO dijeron o mostraron los medios lo que dijeron o mostraron.
Ciencia para el gobierno. No es tan difícil. Me parece.
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